Había una vez un reino bastante grande llamado “Sugar Town”. Sugar Town era una ciudad bastante obsesionada con el dulce. Lo comían todos los días, de desayuno, comida y cena.
En esa ciudad reinaba un rey llamado Rinten y su esposa Sintra. Estos reyes tuvieron un hijo que le pusieron por nombre Fill.
A Fill nunca le gustó la política pero a sus padres no les importó, le gustara o no, un día llegaría a reinar.
Efectivamente Fill se hizo adulto, los reyes envejecieron, y pidieron a su hijo que escuchara atentamente sus últimos deseos:
– Hijo mío, prométenos que vas a cumplir con todas las cosas y las normas que hemos establecido durante años, y que este pueblo tan fielmente siempre ha obedecido.
Dicho esto, pasaron muchos meses y a Fill no le seguía gustando la política. Quería buscar un modo de arreglarlo. Ser rey pero no gobernar.
El rey Fill llamó a todos los sabios inventores del mundo. Les mandó que hicieran una máquina capaz de tele transportar a una persona hacia el pasado o hacia el futuro y que la llamarían: La máquina del tiempo.
Tras varios días de pensar, pensar y pensar, a uno de los sabios se le ocurrió que la máquina se podría hacer en forma de carruaje, llevado por caballos.
El rey Fill decidió viajar al futuro y ver cómo se gobernaba y aprender de ellos, luego iría al pasado para comprender los errores. Finalmente sacaría conclusiones y se pondría a gobernar.
En el viaje al futuro aprendió que no podría gobernar solo, que necesitaba consejeros, personas a las que escuchar para adquirir sabiduría. Tomando nota de todo, marchó al pasado y vio que los hombres no se entendían y terminaban en guerras. Volvió a su estado de época y se puso a gobernar.
Mandó el rey Fill a todos sus criados y soldados que salieran del reino a buscar a todos los sabios y entendidos en política y en todas las necesidades de su pueblo.
También les dijo que no volvieran hasta que no encontraran a todos. Los tenían que traer a palacio con todas sus pertenencias, ya que estos serían los que ayudarían al rey a gobernar.
Salieron todos obedientemente en busca de los sabios. Tardaron un mes en encontrar a todos.
El rey se reunió con ellos y se propuso escucharlos para ver las necesidades de su pueblo. Pudo así descubrir por qué sus súbditos estaban tan obsesionados con el dulce.
Otro sabio dijo: – Este pueblo no tiene trabajo y no saben para qué viven y solo comiendo dulce se alegran.
Y así fueron todos los sabios, uno a uno, mostrando al rey las necesidades de su pueblo.
La lista extendida ocupaba un kilómetro de largo.
Para solucionar este gran problema, el rey invitó a todo el pueblo de Sugar Tawn a palacio para que le conocieran.
Los soldados salieron en todas direcciones dando la noticia de lo que el nuevo rey quería hacer.
El revuelo en el pueblo fue tremendo, todo era alegría y fiesta. Comenzaron a hacerse trajes apropiados, consiguieron regalos para el rey, haciéndolos entre todos y así hasta el día en el que el rey abrió las puertas.
Algo curioso ocurrió, durante todos estos días que duraron los preparativos, nadie en Sugar Tawn comió algo de dulce.
Esta noticia se le dio al rey, que tomando nota entendió: que los reinados antiguos no lo hicieron bien. Desde entonces se propuso abrir las puertas del palacio y ofrecer un gran banquete a su pueblo, donde ellos mismos podrían decirle al rey sus problemas, y el rey con sus sabios consejeros entenderían cada una de las peticiones y así les podría ayudar.
El Rey Fill puso normas en su reino: que nunca más una guerra habrían de empezar, que lucharían por la paz ayudando cada uno a los demás…
Desde entonces solo tomaban dulce por los cumpleaños y por Navidad.
Benjamín Berraondo – 6º A
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